Fallece Isidro Murga, luchador tenaz por la libertad de expresión

Una enfermedad ha acabado con la vida del laudioarra Isidro Murga, incansable activista por los derechos de Euskal Herria y especialmente por «Egin» y GARA. Ello le llevó a prisión por el sumario 18/98. Ha mantenido su actividad hasta el final; de hecho, fue promotor de la charla ofrecida el 9 de abril en Laudio para hacer frente al expolio a GARA
«En situaciones límite como esta te das cuenta de lo que supone un medio como GARA». Esta frase corresponde a la entrevista concedida por Isidro Murga y su hermano Patxo a Info7 Irratia el 29 de mayo de 2015, apenas veinticuatro horas después de abandonar la prisión leonesa de Mansilla de las Mulas. Se refería a su experiencia en la cárcel, a la que fue condenado por ser miembro del consejo de administración de “Egin”, un proyecto comunicativo que quiso ser la voz de los sin voz y el Estado español acalló por la fuerza de las armas. Condenado a ocho años en el macrosumario 18/98, apenas había dejado atrás los barrotes y ya aprovechó aquella entrevista para redoblar su compromiso con la libertad de expresión, la libertad de prensa, y con un espacio comunicativo independiente como el que hoy representa este diario.

Las personas que hacemos este periódico hemos sentido el calor de Isidro, que nos lo trasladaba cada vez que tenía ocasión, ya fuera tomando un café o en el marco de una charla como la que compartió junto a Iñaki Soto y Javier Salutregi, directores de GARA y “Egin”, en marzo de 2017, donde ejerció de presentador y moderador de un coloquio sobre el periodismo en Euskal Herria, una de sus pasiones. Calificó entonces de «pequeño milagro» que seis meses después de aquel ataque que protagonizaron José María Aznar y Baltasar Garzón los kioscos acogieran esta mancheta que desde entonces defendió a capa y espada.

Ejemplo de ello ha sido su implicación hasta el último aliento en la campaña que se está desarrollando para hacer frente al expolio al que está siendo sometido GARA. De hecho, se encargó de organizar la charla celebrada en Laudio el 9 de abril para explicar las consecuencias de este nuevo ataque y la campaña de suscripciones emprendida para hacerle frente. Ese día él ya no pudo estar presente, la enfermedad que ha acabado llevándoselo lo hizo imposible.

- Aquel maldito juicio.

Isidro Murga era una persona muy implicada en su pueblo, una persona querida y respetada, que después del primer sobresalto de 1998 vio cómo su vida y la de otro medio centenar de ciudadanos y ciudadanas vascas volvía a ponerse en cuarentena a causa de un juicio que fue en sí mismo un castigo. Aquellos 16 meses fueron muy duros, una auténtica penitencia dirigida por la incalificable magistrada Ángela Murillo, que puso la puntilla al disparate con una condena colectiva con sabor a venganza. Y sin embargo, no hubo en el que Isidro escondiera esa sonrisa y esa fortaleza de ánimo que contagiaba a todo aquel que le rodeaba.

Tampoco le quebró la cárcel. En enero de 2016, en víspera de las manifestaciones por los presos políticos que se iban a celebrar en Bilbo y Baiona, Isidro compartió entrevista con los también represaliados Gari Mujika, Sergio García Errazkin y Oihana Garmendia. Ahí explicaba que en prisión «he tenido la suerte de estar con gente muy joven y puedo decir que he aprendido mucho». «Como en la cárcel hay mucho tiempo, hemos debatido sobre si es peor ser encarcelado siendo joven o mayor. Hay argumentos para lo uno y para lo otro: a un joven le parten la vida por la mitad, a los mayores nos toca cuando podíamos empezar a disfrutar de la vida; ¡yo me he jubilado en prisión! No sé que es peor. El problema más grave es otro, el de los presos y presas enfermas, sean jóvenes o mayores. Yo, afortunadamente, no he tenido problemas», apuntaba entonces.

Los encausados en el 18/98, las personas que protagonizaron a su pesar uno de los casos más escandalosos de la Justicia española, acabaron conformando una gran familia, y probablemente uno de los momentos más emotivos fue el que se vivió en febrero del año pasado, cuando reunió en su localidad a todo el grupo. Poco antes había quedado libre Joxean Etxeberria, el último rehén de aquella operación de Estado. Muchos de ellos volvieron a reunirse hace un par de meses, y mostraron una pancarta solidaria con GARA.

Justo en esas fechas, en febrero, Isidro participó en la jornada «Escuchar para la convivencia» organizada por el Foro Social. «No estoy aquí para hacer un alarde victimista, sino porque merece la pena intentar hacer el esfuerzo de acortar ese espacio de dos generaciones para cerrar heridas», manifestaba entonces. Entre los contertulios, escuchándole atentamente, se hallaban María Jauregi, hija de Juan Mari Jauregi, muerto por ETA, y Peru del Hoyo, hijo de Kepa del Hoyo, fallecido en prisión.

Dos meses más tarde, Isidro ha fallecido, y con él se ha ido una de esas personas que Bertolt Brecht consideraba imprescindibles, porque luchan toda la vida. Junto a Patxo y Pablo Gorostiaga había hecho de Laudio un lugar especial para todos los amantes de la libertad de expresión, un faro y un lugar desde donde preparar nuevas escaramuzas contra la carcundia, el fascismo y la intolerancia. Seguro que allí donde esté ahora, sigue en primera línea, batallando.

(Iker Bizkarguenaga, Gara)