Hace un año un aluvión de votos de repudio, de protesta o de esperanza expulsó del gobierno a una oligarquía feroz y corrupta que con sus crímenes y delitos ensangrentaba y arruinaba a México. Desde el primero de diciembre de 2018 (hace siete meses), Andrés Manuel López Obrador (AMLO) gobierna apoyándose en el crédito que le conceden decenas de millones de personas, que esperan que encabece un profundo cambio político y social, pero también en el sostén que le brindan las fuerzas armadas y una parte –minoritaria pero de peso político y económico– del gran capital y la derecha clásica. AMLO está en el gobierno, pero el poder está en las manos de sus viejos propietarios que intentan utilizar al Presidente para "domar al tigre" de los movimientos sociales que lo llevaron al gobierno para después desecharlo una vez utilizado.
En los términos de la Revolución Mexicana tan habituales en el discurso presidencial, el aparato estatal y la economía siguen en manos de los porfiristas mientras un iluso y palabrero nuevo Madero destruye su base política y social combatiendo a los orozquistas y zapatistas de hoy…
No es la primera vez en la historia que una fracción más hábil de la clase burguesa y sus militares recurren a un caudillo popular para hacer un contrafuego social, ya que la dictadura militar argentina que había depuesto a Perón lo llamó en los años 70 de su largo exilio y le dio el gobierno para que hiciera el trabajo sucio que los militares no habían podido realizar en 18 años y que, en efecto, hizo Perón con sus asesinos paramilitares de la Alianza Anticomunista Argentina más la burocracia sindical fascista y prohibiendo las huelgas.
AMLO gobierna, en efecto, con un personal político-económico que es una mezcla, por un lado, de viejos y encallecidos servidores de la oligarquía conservadora (como Romo, que en un comienzo lo calificaba de peligroso hasta que comprendió que podía utilizarlo) dispuestos a aceptar cambios superficiales para mantener intactos el sistema y sus intereses y, por otro, algunos académicos formados en la ideología estatalista de la unidad nacional entre explotadores y explotados y en el reformismo gradualista y por etapas del comunismo estalinista. AMLO cree poder decidir todo y actúa como Júpiter olímpico pero, en realidad, es un dron teledirigido guiado por el "realismo" de los capitalistas y ni respeta ni escucha a los explotados. En cuanto a su partido, Morena, es sólo una maquinaria electoral y, en el Congreso, un aparato acrítico y sin ideas ni iniciativa apto sólo para votar a mano alzada y aceptar acuerdos negociados a sus espaldas.
Esto es lo que demuestran estos primeros siete meses de gobierno que, si bien son pocos para un balance más completo, permiten sin embargo confirmar las reiteradas previsiones sobre lo que sería el gobierno de AMLO.
No faltaron hasta hoy algunas medidas positivas: la represión a la mafia que ordeñaba los oleoductos, el esfuerzo para salvar a Pemex, que fue desmantelada, los aumentos salariales masivos en el norte, los puentes tendidos para negociar con los maestros de la CNTE, la liberación de presos políticos y sociales.
Pero las medidas negativas dictadas por la derecha son mucho más importantes y numerosas y van desde la decisión de hacer el Tren Maya sin una seria consulta previa a los pobladores afectados para realizar una gran maniobra turístico-inmobiliaria que modificará profundamente los recursos naturales, el tejido social y el territorio, hasta la resolución de terminar la central térmica de Huexca alimentada por un gasoducto tendido sobre el Popocatépetl enterrando de paso la investigación sobre el asesinato de Samir Flores.
Gravísima es la capitulación ante el chantaje de Trump que amenazaba con impuestos (que lesionarían sobre todo a la economía estadunidense y eran muy resistidos por muchas grandes empresas de Estados Unidos) y la consiguiente movilización de decenas de miles de soldados disfrazados de Guardias Nacionales para tratar de impedir el ingreso a México de emigrantes centroamericanos expulsados de sus países por la dictadura y la falta de trabajo.
Gravísimo es anular la libertad de circulación por el territorio mexicano y el proyecto de crear en Chiapas y en el Istmo de Tehuantepec sendos centros de fijación de las emigraciones actuando así como policía fronteriza estadunidense.
Igualmente grave es crear Zonas Económicas Especiales (ZEE) sin consultar con las poblaciones, como se había comprometido a hacer, y desdeñar la oposición de la Ucizoni y otras organizaciones indígenas del Istmo y de los estados del sur. Grave también es legitimar a Elba Esther Gordillo y sabotear la lucha universitaria por aumentos de sueldos y contra los recortes a los centros de estudio, así como la reducción indiscriminada y masiva de personal. Retrógrada es la visión sobre la cultura, reducida a la difusión de conocimientos básicos a pesar de la magnitud del analfabetismo de retorno, de la ignorancia generalizada y de la enormidad de las diferencias sociales que hace indispensable un esfuerzo cultural y un sistema de becas de calidad.
Andrés Manuel López Obrador sigue gozando del apoyo mayoritario pues el pueblo mexicano no quiere volver al régimen de la oligarquía y del PRI-PAN-PRD y sus secuaces, pero ya no despierta las mismas esperanzas que antes y en ciertos sectores asoma incluso la decepción.
¿Cómo hacer posibles las reformas que sean beneficiosas para los oprimidos, rechazar la contraofensiva de la oligarquía y sus medios y evitar la desmoralización de muchos que esperaban un Salvador que no vino y, en su despolitización, corren el riesgo de creer que "todos son iguales" y de caer en la pasividad favoreciendo así a la extremaderecha?
No es posible esperar nada de Morena que es un mero instrumento electoral y comparte la ideología de AMLO, quien pregona como un sacerdote el perdón de los pecados (sobre los cuales la justicia, y no él, debería decidir), habla de instaurar una República Amorosa donde los oprimidos amen a sus opresores y sostiene que hay que eliminar la corrupción, no el sistema capitalista (como si la explotación y el despojo capitalistas no llevasen a la violencia, el robo, la corrupción y la guerra). ¿Cómo "educar" y "politizar" un organismo como Morena que se basa en el acatamiento de las órdenes que le llueven desde el Olimpo y que no tiene vida interna, ni discusión ni democracia ni capacidad de decisión.
Quienes creen en AMLO, lo hicieron antes en el PRI y después en el PRD de Cárdenas, Muñoz Ledo y en el de AMLO y por último, el de los chuchos. No son inamovibles. Pero tienen fe, que es lo opuesto de la razón. No hay que creer; hay que pensar críticamente, con objetividad e independencia. Eso se aprende y, por consiguiente es posible ayudarles a evolucionar políticamente, a aumentar su seguridad y su autoestima y a elevar su conciencia confrontándoles con la realidad y demostrándoles que hay una alternativa al capitalismo. Pero la gente que cree en AMLO teme –legítimamente– en el caso de un nuevo cambio político perder el progreso que logró sacando al PRI-PAN-PRD y compañía del gobierno y no quiere que sus críticas sean utilizadas por la oligarquía tradicional para volver al pasado. Esos millones de trabajadores no darán un salto al vacío.
Por eso es necesario trabajar junto a ellos ayudándoles a organizarse, a decidir, a comprender qué es el capitalismo y la complejidad de la tarea que emprenden.
El protagonista del cambio no es AMLO ni Morena. Quien tiene capacidad creativa es el pueblo mismo que se insubordinó en Chiapas en el 94, impidió con su lucha la construcción del aeropuerto en Atenco, construyó municipios autónomos, formó policías comunitarias y grupos de autodefensa y resiste en el Istmo. No hay Salvadores ni Mesías: los trabajadores por sí mismos destruirán el yugo de la opresión imperialista y se sacudirán de encima las bien nutridas chinches y garrapatas capitalistas. El Estado es capitalista y es uno de los instrumentos de la dominación de gran capital. La independencia de los oprimidos del Estado de sus opresores es una de las condiciones básicas del cambio social.
Cuando la Constitución habla de municipios libres está hablando de autonomía y autorganización. Pueblo por pueblo, comunidad por comunidad, colonia por colonia la población trabajadora puede ver cuáles son los recursos y necesidades locales y decidir qué hacer así como las prioridades (vivienda, trabajo, sanidad, agua y cloacas, reforestación, seguridad, escuela, creación de cooperativas de producción o de consumo, crédito comunitario). En cada caso es posible aliarse con los maestros, los trabajadores de la sanidad, estudiantes de arquitectura o de ingeniería.
El trabajo en común por objetivos establecidos por consenso en asambleas reforzará la unión y la confianza en sí mismos de los pobladores pobres, que hoy esperan soluciones del Estado capitalista. La creación de una red de municipios autónomos y autogestionarios permitiría crear una federación de libres comunas constantemente en intercomunicación y discusión de experiencias.
AMLO y Morena persiguen la utopía del capitalismo "bueno y decente" que no existió ni existirá jamás porque quienes viven de la explotación de los trabajadores son depredadores. Además quieren reformar al capitalismo en una grave crisis mundial, en tiempos de Trump y cediendo al chantaje de éste. No hay que esperar de ellos aunque es necesario presionar a Morena y al gobierno para que cumplan lo prometido o dejen de lado políticas reaccionarias y funestas. Hay que difundir y generalizar las experiencias autonómicas y autogestionarias que se están realizando en todo el país para impulsar la autorganización de los explotados.
En la acción en defensa de los pueblos y sus recursos amenazados por la ofensiva capitalista (Tren Maya, Huexca, Istmo), contra la sumisión al imperialismo y por todas las necesidades y los derechos de los trabajadores, indígenas o no, de México, es necesario unificar todas las luchas en un movimiento político-social independiente que encabece la lucha tras un programa anticapitalista.
(La Jornada)