“El dinero no es todo” es una extensa investigación sobre la compra y venta de sexo en la Argentina de siglo XX. Su autor, Patricio Simonetto, lo escribió desde una mirada gay-queer y empezó a investigar intrigado por una carta de Perón donde reclamaba putas para combatir la homosexualidad de la juventud en los cuarteles. Además de ser doctor en Ciencias sociales y humanas, es becario del CONICET y autor de “El Frente de Liberación Homosexual en la Argentina”, 2017, numerosos artículos, dio conferencias en The Brown University, en México y en otras partes del mundo. Este libro parte desde la experiencia obligatoria del debut sexual de los varones y atraviesa los secretos de la prostitución masculina
Salud y dinero.-
A los 14 años, un tío de Simonetto, le dijo que lo iba a llevar de putas. “Y eso me dio un miedo absoluto porque yo me imaginaba que era gay; y dije, no, yo no quiero pasar por ese proceso; ya varios de mis amigos habían pasado por esa situación. Yo hablo en el libro sobre debutar como un punto bisagra en la biografía heterosexual. Me daba una fobia tremenda porque significaba que iba a tener que enfrentarme a una situación que no quería, que era obligada y a la vez que no podía rechazar para no perder mi privilegio heterosexual frente a otro”.
El mismo cuenta que empezó esta investiogación casi por casualidad. "Me encontré en el Archivo General de la Nación con cartas de Perón, en una caja sobre Ley de Profilaxis social. Yo me dije: voy a mirarlo porque mi jefa, justamente, está investigando eso, por si algo le sirve. Y de golpe me encuentro con una carta de Perón en la que pide prostitutas de los burdeles para ayudar a los militares que están desviados, que se inclinaban por la homosexualidad, que se masturbaban y de ahí todo un rollo sobre cómo la prostitución vendría a curar todo eso. Ahí me vino el libro de Varga Llosas a la cabeza “Pantaleón y las visitadoras” y me puse a investigar."
- ¿Se podría pensar al libro como una precuela de “La prostitución masculina”, de Perlongher?
- No fue pensado así, pero sí; porque el libro llega hasta ese momento, el de los taxi boys en los 70, y las travestis. El libro me llevó 4 años y hay muchísimos archivos y documentos. Casi 300 legajos de la cárcel que yo sistematicé dato por dato. Y tiene que ver con la racionalización de la Argentina, cómo se es varón, cómo se busca aniquilar la homosexualidad mediante las prácticas heterosexuales, la mirada sobre el cuerpo propio y también la sociabilidad con otros para ser heterosexual; porque se es heterosexual con otro y no con uno mismo. Y la extrema violencia con que fueron imprimidas nuestras prácticas homosexuales en los 60 y 70, que también fueron aplicadas contra las prostitutas, los pobres, contra las personas indecentes en general...
- Las que hoy llamaríamos queer...
- Claro, todo lo que no es decente, y esa mirada de lo decente, de la moral pública está cruzada por un tema de clase, de raza, de género, sexual en general; y ahí es donde se unen los homosexuales con las putas, con las travas, porque todes nosotres caemos en la bolsa de lxs que no podemos usar el espacio público libremente, los que tenemos que estar confinados a la privacidad.
- ¿Qué es lo que te interesa pensar a través del tema prostitución?
- Lo que me interesaba era no mirar solo lo considerado anormal, o sea, no solo mirarnos a nosotrxs, sino desmontar lo considerado natural. Por un lado nos reivindicamos mirando nuestro pasado, que me parece buenísimo; pero, a veces creemos que lo que no es nuestro pasado siempre estuvo y es natural.
- Si “El dinero no es todo”, existe algo algo que no se alcanza a pagar ¿qué es eso?
- Upa. El título… Estás pagando el acceso a la participación de una comunidad imaginada, como varón. Tiene que ver con esto de ir de putas con amigos. Lo que estás pagando es que tus amigos vean que estás con una puta; y hay toda una excitación de eso. Vamos juntos. Él está afuera, yo estoy adentro… Hay un homoerotismo en torno a esa situación. Hay una violencia discursiva en torno a cómo ellos hablan de las mujeres. Y que tiene que ver con esto, con el ser varón, al placer de ser parte de esta comunidad masculina. O sea, de poder imaginarse ahí. El éxtasis de ser varón, y eso es lo que el libro, me parece, viene a aportar.
Ser o no ser puto: ésa es la pregunta.-
El libro cuenta un riguroso trabajo de investigación (Archivo General de la Nación, Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, entre otros) que a Simonetto le permitió tener acceso a las epístola de Perón, cuando en el 44, cuando era Ministro de Guerra, le enviaba una carta a Pedro Ramírez, presidente de facto, en el que le pedía: “Habilitar prostíbulos en los cuarteles para evitar efectos perniciosos como la homosexualidad, la abstinencia y la masturbación entre los soldados”. “Lo que les importa es que si los varones no cogen se hagan putos”, dice sintetizando Simonetto.
- Cuánta paranoia de no querer ser gay o de que tu hijo sea puto... ¿Cómo se explica ese mecanismo?
- Tiene que ver cómo opera la heterosexualidad, como horizonte de sentido. Ser heterosexual siempre está visto desde un punto de vista masculino, aunque seas mujer. Son inmorales ellas y los varones no, aunque ellos les pagan. Porque dicen que en los varones es “su naturaleza biológica”, el hecho de no poder evitar la descarga y que las mujeres lo hacen porque son pobres y no les queda otra; que en parte eso es cierto porque son excluidas.
- ¿Cómo funciona el tema fuera de Buenos Aires?
- Si mirás los archivos del silgo XIX del sistema reglamentario aparecen tipos registrados en zonas rurales como prostitutos. Eso es bastante raro porque la ley, en realidad, no lo contemplaba, pero estaba consensuada pero no rompe con la heterosexualidad normativa, porque es parte del modelo, donde el penetrador nunca deja de ser heterosexual ni varón, porque está penetrando a un varón; que en última instancia está cediendo su condición de varón porque “se rebaja a ser mujer”. Es un puto que está siendo garchado por un heterosexual, que es tan heterosexual, tan varón, que no puede controlar sus impulsos; y que no importa a quién se la mete. Importa, solamente, que se la meta a alguien. Es increíble como esa lógica sigue persistiendo hasta ahora; hay muchos varones que todavía siguen creyendo eso.
- La prostitución masculina tiene otra lógica...
- En los 70, el tema de los regalos estaba asociado a una generación, de un hombre maduro que buscaba jóvenes que venían de la provincia. Y esos vínculos se construían en torno a los regalos y se los consideraba como “tíos”. Hoy los llamaríamos “el daddy”, más encubierto, y después estaban los taxi boys. Después había muchos varones, que se consideraban heterosexuales, que accedían como chongos a estos vínculos con otros varones, y el dinero, más que para el efecto de mantenerse, venía a legitimar: “bueno, yo lo hice por plata. A mí no me gustan los varones. Solamente lo hago por dinero”. Eso funcionaba para mantener la identidad autopercibida y que no entrara en crisis con un placer que estaban recibiendo. Como historiador yo lo respeto, porque son las personas como se conciben a sí mismas en un tiempo dado. No me interesa la pregunta sobre cuál es la identidad verdadera de la persona porque no es una pregunta válida, no hay una identidad verdadera.
- ¿Cómo eran concebidos los varones en la época que estudiaste?
- Eran biológicamente machos, eso significaba, cierta forma de encarnación física; es decir cómo tenía que ser su corporalidad. El tema de ser vigoroso. Se asociaba a los trabajadores cierta corporalidad. Que eran incontrolables, era la idea central. Que tenían una sexualidad que era irracional, esto es contradictorio, porque por un lado eran pensados como sujetos políticos, públicos y racionales, los que pueden votar, los que piensan y trabajan para que la familia se desarrolle. Pero, por otro tienen ese costado irracional que es la sexualidad, que no la pueden contralar, que es inconmensurable, y que los lleva a hacer cosas indecorosas, pero que no es su culpa. Porque, su forma de ser varón es innegable. Entonces, el Estado tiene que interceder para regular esa forma de ser macho, de encarnar su masculinidad, que no los pongan en peligro como trabajadores y ciudadanos de la Nación. El Estado dice, estos chabones no pueden parar de garchar, entonces nosotros tenemos que ver cómo podemos cuidarlos para que no enfermen a su familia, porque sino no vamos a poder desarrollarnos como país. Están pensando en ese tipo de varones… También pueden participar en prácticas sexuales con otros varones y no por eso ser considerados que están abandonando la masculinidad. Si lo hicieron fue porque estaban descontrolados y tenían que descargar, violar, masturbarse de manera considerada, etc.
- El Estado aparece como protector, pero no de las mujeres que sirven a los hombres consumidores de sus cuerpos, sino a los varones que se agarraron enfermedades venéreas…
- El Estado piensa la salud desde el lado androcéntrico, es decir desde el punto de vista del varón, porque es el varón el que va a trabajar, el que va a poblar la Nación. Tienen que estar sanos porque son nuestra Nación, si no son débiles.
- ¿Un varón podía denunciar a una puta porque supuestamente lo contagió?
- Claro, esto es lo que revela las causas judiciales. Él cree que la mujer es el depósito de la enfermedad y que él es la víctima. La mujer es pensada como la transmisora, aunque él también lo sea. Es un causante de divorcio y mujeres que pueden ir a la cárcel dos o tres años por contagio, mujeres, y son obligadas a ser curadas. La idea general de quién es la culpable de enfermar a la población es pensada de abajo hacia arriba, no es imposición del Estado. Y de quiénes son los derechos de las personas que pagan por sexo. Ellos creen que es un derecho. Eso implica aceptar que la heterosexualidad es eficaz porque mucha gente cree en eso.
- ¿Podemos dejar de ser varones?
- Ahora hay una performance mucho más elaborada, con las posibilidades que tenemos de administrar nuestras fotos, de mostrar nuestra intimidad frente a quién queremos que nos vea, en redes sociales, y nos da nuevas posibilidades. También hay varones gay que quieren ser machitos… Hay un imaginario de nosotrxs mismas de extrema libertad que viene acompañado, para algunas personas, de un alto grado de angustia. Hay tensión. Me parece que nadie se puede salir de la lógica heterosexual. Es muy difícil. Estamos todo el tiempo ahí, intentando extirparnos. Nos criaron para ser heterosexuales. Nos salimos de algo para lo que nos criaron. Entonces, no sé si nos podemos salir. Está bueno intentar salirse, pero no sé si se puede… ¿Podemos dejar de ser varones?
(Facu Soto, Soy, Página 12)