Psicóloga y escritora
Después de las negociaciones y de la investidura fallida de Pedro Sánchez, y con todo el respeto para las personas que han negociado, como ciudadana de a pie querría hacer una reflexión, y creo que bastantes personas la pueden compartir. La tensión que se genera cuando un partido ganador de las elecciones necesita, para gobernar, una alianza con otra formación política, y además siendo un partido de la izquierda se tiene que dirigir a formaciones de izquierdas, se parece a un tour de force donde el que tiene la mayoría de escaños, aunque sabe que necesita la colaboración del otro partido, parte de una cierta preponderancia, quizás no del todo consciente, que produce que el otro partido más pequeño se sienta por un lado necesario y por tanto con fuerza para la negociación y, por el otro lado, supeditado a lo que se le ofrece desde la primera fuerza política, cosa que tal vez le provoca un sentimiento de desdeño. Si a ello se le suma una clase de atrezo por un lado y otro, en la manera de hablar y también en las filtraciones de las conversaciones que se han llevado a cabo, el resultado es una desconfianza creciente entre los interlocutores que tienen que entenderse.
El método no ha sido el más adecuado, dado el desenlace, y también el tiempo que ha pasado desde el resultado de las elecciones –seguramente ocupado por el presidente en las reuniones de Europa–, ha propiciado un malentendido de base, es decir, a medida que ha ido pasando el tiempo, los interlocutores han entrado en un bucle de tensión in crescendo que no allanaba para nada el camino.
Pero dado que no se puede permitir que el país quede en manos de esa derecha que pacta con la ultraderecha, se necesita un entendimiento de verdad de los situados en el centro y en la izquierda. De manera que quizás lo que convenga es que se cambien los interlocutores, porque el cansancio que comporta todo lo que se ha hecho hasta ahora no interfiera en el acuerdo para gobernar. Se necesitaría buscar, por parte del PSOE, un independiente, por ejemplo un Iñaki Gabilondo, y por parte de Unidas Podemos, un Alberto Garzón que, con un lenguaje más de tipo conversación, puedan llegar a un acuerdo de programa y cargos.
La ciudadanía nos lo merecemos.
(La Vanguardia)